ECLIPSE


Y fue así como el Sol se enamoró de la Luna.

Le encantaba todo de ella. Su tez blanca como la nieve, sus ganas de fiesta todas las noches, su timidez que se evaporaba cuando él estaba cerca y se sentía tan llena que se mostraba sin ningún tipo de maquillaje y esa manera tan especial que tenía de ocultarse bajo su hermoso cabello negro, lleno de diminutas horquillas plateadas que ella llamaba estrellas, y que parecía aún más lindo cuando el viento lo ondeaba.

Lo tenía loco.

Lo que él no sabía era que ella también estaba enamorada del Astro Rey. Lo observaba en cada eclipse, intentando grabar en su mente ese brillo en los ojos cuando sonreía, esas grandes bolas de fuego que expulsaba cuando reía a carcajadas , su cabello rubio y rizado y su maravillosa voz. Se acostaba todas las noches intentado reproducir en su mente los dulces sueños que él siempre la deseaba cuando el Sol amanecía y ella anochecía.

Y aunque nunca pudieron estar juntos, ambos sabían que el otro era para ellos el gran amor de su vida. Y, a pesar de que otros reyes y princesas pasaron por su vida, ninguno de ellos pudo llenar el hueco que el Sol había dejado en la Luna y el que la Luna había dejado en el Sol. Porque el amor verdadero es eterno y no se olvida con amores pasajeros de una sola vida.


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