NEW PORT


Un día me enamoré de una desconocida. Entró al New Port, el bar donde trabajo, con sus pitillos desgastados y sus tacones blancos. Se sentó en una mesa al lado de un gran ventanal donde las calles lluviosas de Nueva York pasaban ante sus ojos. Llevaba el pelo suelo, alborotado por la lluvia y el viento, y los labios rojos como el fuego.
Me quedé mirándola unos segundos, prendado de aquella pequeña belleza que se había cruzado en mi camino, hasta que sus enormes ojos grises encontraron los míos.
Con un suave gente de su mano derecha, me pidió que me acercara. "Un café solo, con hielo, y tu número de teléfono, por favor."



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